jueves, 4 de febrero de 2016

Tema 2. Marchioni. Desarrollo comunitario.

Marco Marchioni nació en 1937, en Bolonia (en italiano, Bologna), al Norte de Italia. Padre de tres hijos (Simona, Maya y Luca). Es especialista en Ciencias Sociales, trabajador social y sociólogo de profesión.

Su experiencia tanto en Italia como en España y en Latinoamérica, lo colocan a la cabeza en la construcción teórico-práctica del desarrollo comunitario. Desde la década de los ochenta en el siglo pasado, ha venido participando en experiencias, diseñando proyectos con la gente a la que iban dirigidos, asesorando a distintas Comunidades Autónomas y Ayuntamientos repartidos por toda la geografía del territorio español, ayudando a crear redes asociativas

Educación y desarrollo comunitario

Uno de los hitos en este campo celebrados en España fue el Seminario, Una educación para el desarrollo: La animación sociocultural3, que tuvo lugar en Madrid, y al que acudió Paulo Freire4, uno de los artífices ideológicos de esta forma de entender la educación, como proceso de liberación.
La acción social, el desarrollo comunitario, la animación sociocultural..., estaban en boga. En muchos lugares de España (desde Navarra hasta Andalucía5) se estaban produciendo experiencias que motivaban el cambio desde distintas metodologías de intervención social y participación comunitaria. Marchioni también había posibilitado, usando su método “la audición”, un sinfín de experiencias que tenían como punto de partida:

“la comunidad real, concreta [...] Pero partir de la comunidad significa (debe de significar realmente) asumir la comunidad como punto de referencia total de la intervención social [...] hay que construir la participación de la comunidad a sus problemas” (Marchioni, 1988: 60).

 ¿Cuáles son las ideas fundamentales sobre el denominado desarrollo comunitario?

Marchioni prefiere designarlo como planificación social y organización de la comunidad. Otorga una gran importancia a su propia experiencia, desde la cual eleva una crítica al Sistema (Estado de bienestar en las sociedades globalizadas) y sus actuaciones (política social) que tienen como consecuencia la exclusión, concluyendo con que es posible otra sociedad en la que todos nos ayudemos entre sí, pues “todavía mantenemos la utopía de una sociedad más justa” (Marchioni, 1989: 16). La cuestión es que se pueda hacer metódicamente, dado que “no es suficiente luchar por objetivos justos; hay que luchar con métodos concretos” (Ibíd., 16).

El Estado de bienestar (Welfare State), en cuyos orígenes nacen los servicios sociales, ha llegado a un momento en el que su estabilidad se está convirtiendo en estancamiento de la política social y en acomodamiento para los profesionales del bienestar social. Es preciso renovar las formas de actuar ante los nuevos retos pues hay que seguir luchando por los objetivos de justicia social que promovieron el Estado de bienestar.

 Hay que rescatar la idea del profesional como recurso en sí mismo. La demanda social, que es imperativo estudiar, definir y entender para poder abordarla con éxito, tiene múltiples causas. Por apuntar algunas de las más relevantes en la actualidad, podemos señalar, el continuo crecimiento económico experimentado por nuestro país en la última década y, paralelamente, la demanda de acceso a las mejoras que se están produciendo en servicios como la sanidad, la seguridad social, el empleo, la educación, el ocio..., sobre todo, gracias a los avances en la ciencia, la microtecnología y la comunicación en red. Pero el Estado de bienestar no puede afrontar los costos para que tales mejoras lleguen a todos, pese a los pasos en la universalización real de los mismos, por lo cual, el desequilibrio es cada vez mayor entre los que acceden a ellos y los excluidos.

Los efectos negativos de la globalización suponen otra de las causas relevantes, originando una nueva marginación, la de expulsar a muchas personas de los procesos productivos, así como el retardo en la entrada de las nuevas generaciones en el mismo, unido a la necesidad de respuesta ante el volumen de inmigración. El desempleo (producido masivamente, como ha sucedido en Cádiz con la empresa DELPHY o en Castilla La Mancha con la pérdida de cosechas que ha impedido la contratación de un importante grupo de inmigrantes del Este de Europa), la reducción del poder de los sindicatos, la movilidad de los sectores productivos a países con menor cobertura social, son algunas de las consecuencias.

Esa falta de perspectiva, quebrada en los procesos anteriores, revierte negativamente, de forma que aumentan los conflictos familiares, los endeudamientos económicos a que se ven sometidos los hogares, la falta de adaptación ante la celeridad con que se producen los cambios hoy, las dependencias del alcohol, las drogas..., que desbordan a los servicios sociales que atienden tales demandas.

La reciente Ley de Dependencia, por ejemplo, nos acerca a una tercera realidad desbordante, los cambios en la pirámide poblacional, invirtiéndose ésta al producirse un envejecimiento progresivo de la población con el aumento de esperanza de vida y una reducción considerable de los nacimientos.















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