Marco Marchioni nació en 1937, en Bolonia (en italiano, Bologna), al Norte de
Italia. Padre de tres hijos (Simona, Maya y Luca). Es especialista en Ciencias
Sociales, trabajador social y sociólogo de profesión.
Su experiencia tanto en Italia como en España y en Latinoamérica, lo
colocan a la cabeza en la construcción teórico-práctica del desarrollo
comunitario. Desde la década de los ochenta en el siglo pasado, ha venido
participando en experiencias, diseñando proyectos con la gente a la que iban
dirigidos, asesorando a distintas Comunidades Autónomas y Ayuntamientos
repartidos por toda la geografía del territorio español, ayudando a crear redes
asociativas
Educación y desarrollo comunitario
Uno de los hitos en este campo celebrados en España fue el Seminario,
Una educación para el desarrollo: La animación sociocultural3, que tuvo lugar en
Madrid, y al que acudió Paulo Freire4, uno de los artífices ideológicos de esta
forma de entender la educación, como proceso de liberación.
La acción social, el
desarrollo comunitario, la animación sociocultural..., estaban en boga. En
muchos lugares de España (desde Navarra hasta Andalucía5) se estaban
produciendo experiencias que motivaban el cambio desde distintas
metodologías de intervención social y participación comunitaria. Marchioni
también había posibilitado, usando su método “la audición”, un sinfín de
experiencias que tenían como punto de partida:
“la comunidad real, concreta [...] Pero partir de la comunidad significa (debe de
significar realmente) asumir la comunidad como punto de referencia total de la
intervención social [...] hay que construir la participación de la comunidad a sus
problemas” (Marchioni, 1988: 60).
¿Cuáles son las ideas fundamentales sobre el denominado desarrollo
comunitario?
Marchioni prefiere designarlo como planificación social y
organización de la comunidad. Otorga una gran importancia a su propia
experiencia, desde la cual eleva una crítica al Sistema (Estado de bienestar en
las sociedades globalizadas) y sus actuaciones (política social) que tienen como
consecuencia la exclusión, concluyendo con que es posible otra sociedad en la
que todos nos ayudemos entre sí, pues “todavía mantenemos la utopía de una
sociedad más justa” (Marchioni, 1989: 16). La cuestión es que se pueda hacer
metódicamente, dado que “no es suficiente luchar por objetivos justos; hay que
luchar con métodos concretos” (Ibíd., 16).
El Estado de bienestar (Welfare State), en cuyos orígenes nacen los
servicios sociales, ha llegado a un momento en el que su estabilidad se está
convirtiendo en estancamiento de la política social y en acomodamiento para
los profesionales del bienestar social. Es preciso renovar las formas de actuar
ante los nuevos retos pues hay que seguir luchando por los objetivos de justicia social que promovieron el Estado de bienestar.
Hay que rescatar la idea del
profesional como recurso en sí mismo.
La demanda social, que es imperativo estudiar, definir y entender para
poder abordarla con éxito, tiene múltiples causas. Por apuntar algunas de las
más relevantes en la actualidad, podemos señalar, el continuo crecimiento
económico experimentado por nuestro país en la última década y,
paralelamente, la demanda de acceso a las mejoras que se están produciendo en
servicios como la sanidad, la seguridad social, el empleo, la educación, el ocio...,
sobre todo, gracias a los avances en la ciencia, la microtecnología y la
comunicación en red. Pero el Estado de bienestar no puede afrontar los costos
para que tales mejoras lleguen a todos, pese a los pasos en la universalización
real de los mismos, por lo cual, el desequilibrio es cada vez mayor entre los que
acceden a ellos y los excluidos.
Los efectos negativos de la globalización suponen otra de las causas
relevantes, originando una nueva marginación, la de expulsar a muchas
personas de los procesos productivos, así como el retardo en la entrada de las
nuevas generaciones en el mismo, unido a la necesidad de respuesta ante el
volumen de inmigración. El desempleo (producido masivamente, como ha
sucedido en Cádiz con la empresa DELPHY o en Castilla La Mancha con la
pérdida de cosechas que ha impedido la contratación de un importante grupo
de inmigrantes del Este de Europa), la reducción del poder de los sindicatos, la
movilidad de los sectores productivos a países con menor cobertura social, son
algunas de las consecuencias.
Esa falta de perspectiva, quebrada en los procesos anteriores, revierte
negativamente, de forma que aumentan los conflictos familiares, los
endeudamientos económicos a que se ven sometidos los hogares, la falta de
adaptación ante la celeridad con que se producen los cambios hoy, las
dependencias del alcohol, las drogas..., que desbordan a los servicios sociales
que atienden tales demandas.
La reciente Ley de Dependencia, por ejemplo, nos acerca a una tercera
realidad desbordante, los cambios en la pirámide poblacional, invirtiéndose
ésta al producirse un envejecimiento progresivo de la población con el aumento
de esperanza de vida y una reducción considerable de los nacimientos.
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